Roberto...yo te amo...
Sonaban las 10:00 pm. y me encontraba sola en mi casa; era una noche muy fría y callada, lo único que escuchaba era el sonido de los pinos que chocaban con sus ramas en las ventanas de mi cabaña. Hacía más de una hora que Roberto había marcado diciendo que ya iba saliendo del pueblo hacia la carretera y que llegaría como en dos horas.
Esa noche yo me sentía extraña, como esperando algo con mucho suspenso y terror, pero no sabía qué era lo que esperaba ni el por qué me sentía así. Estaba sentada en una silla frente a la chimenea, leyendo un libro, cuando de repente escuché un terrible estruendo en el bosque, dejando ver en el cielo un impresionante rayo que dio paso a una monumental tormenta.
Sumamente asustada, decidí irme al cuarto y meterme a mi cama para dormir y olvidar lo ocurrido; cuando comencé a escuchar un ruido seco y meticuloso que provenía de la cocina; con el terror y los nervios apoderándose de mí, decidí coger un bate que se hallaba en el clóset de utensilios de emergencia, situado bajo la escalera, e ir a la cocina confrontando todos mis temores para averiguar qué era lo que ocasionaba aquel sórdido sonido. Había pasado ya media hora y yo no me atrevía a entrar a la cocina; me encontraba parada al lado del marco de la puerta, sudando frío y llorando de manera silenciosa, mientras escuchaba cada vez más fuerte el sonido que ahora provenía de la alacena; era agudo y continuo, llamándome hacia él; como si quisiera que lo hallara, sin embargo yo seguía sin explicarme el por qué. Conforme el tiempo fue pasando, yo me fui adentrando poco a poco al lugar en cuestión, hasta que porfin llegué y lo que me encontré fue horripilante a la vista; era una tarántula gigante que envolvía con sus telarañas un cuerpo humano; no podía dejar de verlo aunque fuera terrible la sensación que me causaba; me invadía un deseo inexplicable de acercarme cada vez más hacia el bulto tirado en el medio de aquel lugar que había pasado de ser una alacena a una cueva sin salida… Al acercarme por completo observé que el cuerpo que yacía agonizante era Roberto, mi esposo, sufriendo ante las malditas mandíbulas de aquella asquerosa araña que lo devoraba con una pasión y ansiedad totalmente repugnante. En ese momento yo entré en catarsis y terminé siendo un objeto sin razonamiento, sin pensamiento, sin sentimientos ni emociones; totalmente indefenso y expuesto ante los deseos de aquel bicho gigante. Ya no sentía cómo me comía y me devoraba, simplemente contemplaba…hasta el momento en que comió mis ojos, en ese instante sentí una sensación vigorizante por todo mi cuerpo… desperté y me observé sola, en medio de mi cama, empapada en sudor y envuelta en la oscuridad. Entonces escuché que tocaban la puerta, me levanté muy sorprendida y fui a abrir. Un campesino ajetreado y nervioso venía a decirme que Roberto había sido encontrado muerto en la mitad de la carretera…
Esa noche yo me sentía extraña, como esperando algo con mucho suspenso y terror, pero no sabía qué era lo que esperaba ni el por qué me sentía así. Estaba sentada en una silla frente a la chimenea, leyendo un libro, cuando de repente escuché un terrible estruendo en el bosque, dejando ver en el cielo un impresionante rayo que dio paso a una monumental tormenta.
Sumamente asustada, decidí irme al cuarto y meterme a mi cama para dormir y olvidar lo ocurrido; cuando comencé a escuchar un ruido seco y meticuloso que provenía de la cocina; con el terror y los nervios apoderándose de mí, decidí coger un bate que se hallaba en el clóset de utensilios de emergencia, situado bajo la escalera, e ir a la cocina confrontando todos mis temores para averiguar qué era lo que ocasionaba aquel sórdido sonido. Había pasado ya media hora y yo no me atrevía a entrar a la cocina; me encontraba parada al lado del marco de la puerta, sudando frío y llorando de manera silenciosa, mientras escuchaba cada vez más fuerte el sonido que ahora provenía de la alacena; era agudo y continuo, llamándome hacia él; como si quisiera que lo hallara, sin embargo yo seguía sin explicarme el por qué. Conforme el tiempo fue pasando, yo me fui adentrando poco a poco al lugar en cuestión, hasta que porfin llegué y lo que me encontré fue horripilante a la vista; era una tarántula gigante que envolvía con sus telarañas un cuerpo humano; no podía dejar de verlo aunque fuera terrible la sensación que me causaba; me invadía un deseo inexplicable de acercarme cada vez más hacia el bulto tirado en el medio de aquel lugar que había pasado de ser una alacena a una cueva sin salida… Al acercarme por completo observé que el cuerpo que yacía agonizante era Roberto, mi esposo, sufriendo ante las malditas mandíbulas de aquella asquerosa araña que lo devoraba con una pasión y ansiedad totalmente repugnante. En ese momento yo entré en catarsis y terminé siendo un objeto sin razonamiento, sin pensamiento, sin sentimientos ni emociones; totalmente indefenso y expuesto ante los deseos de aquel bicho gigante. Ya no sentía cómo me comía y me devoraba, simplemente contemplaba…hasta el momento en que comió mis ojos, en ese instante sentí una sensación vigorizante por todo mi cuerpo… desperté y me observé sola, en medio de mi cama, empapada en sudor y envuelta en la oscuridad. Entonces escuché que tocaban la puerta, me levanté muy sorprendida y fui a abrir. Un campesino ajetreado y nervioso venía a decirme que Roberto había sido encontrado muerto en la mitad de la carretera…
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